jueves, marzo 23, 2006

Cercanías

Tras ojear dominicales y medias de colores, me colgé de tres pelos que habían nacido entre una oreja y sus tobillos.
Me pareció arriesgado.
Amé su ser hasta el vientre escondido de dos ojos que miraban impávidos esperando la negrura de los cuervos. Miraban impávidos.
Me hablaba, pero sus labios, amigos de lo ajeno, aguardaban el mejor momento.
Me hablaba, y de sus ojos impávidos solo salía un susurro...
-¡No grites!... pueden vernos.

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